Parte I

Ramón Peralta

La democracia como sistema político se diseñó teóricamente de manera que respondiera a las necesidades de las mayorías. Conforme a este fin se elaboró la breve consigna de que la democracia era el gobierno: del pueblo, con el pueblo y para el pueblo. Sin embargo, la democracia en la práctica no ha satisfecho los ideales bajo los cuales fue diseñada y se ha convertido, salvo raras excepciones, en el gobierno para satisfacer  una minoría, que debido a su poder, manipula sus estructuras para ponerlas al servicios de sus intereses.

Aunque a través de su historia Estados Unidos se ha mostrado como el campeón y ejemplo de este sistema, en el presente su práctica deja mucho que desear, ya que, se ha distorsionado para fundamentalmente beneficiar a una pequeña minoría, que los economistas y estudiosos han denominado del 1%.

La distorsión comenzó a tener connotación a partir de los años de 1980s con el impulso de las teorías neoliberales del gobierno de Reagan y ha alcanzado su máxima expresión bajo la presente administración de Donald Trump, en la que flagrantemente se han violado los principios básicos bajo los cuales se constituyó el estado. Hay que señalar que, aunque Trump es su ejecutor, la estrategia de la práctica obedece al partido que representa, es decir, el Republicano.

Los organismos de estado, como el congreso, que supuestamente debiera representar el equilibrio en las tomas de decisiones, se ha convertido en una caricatura, debido a que el proceso de selección de sus representantes no obedece al criterio puro y simple de la mayoría si no a un instrumento caprichosamente diseñado y por el cual se reconfiguran los distritos electorales de acuerdo a los intereses del partido o grupo que controle la legislatura.

Por otro lado, el derecho que apropia a cada estado con dos senadores, no importando el número de su población, ha traído como consecuencia un problema que ha exacerbado el control de la minoría. Por ejemplo, un estado como California, cuya población es 10 o 20 veces mas que North Dakota, tiene el mismo número de senadores que este último estado. Otro elemento que ha contribuido a este descontrol es, el ya decadente sistema de Colegios Electorales, que en los últimos 20 años ha dado la victoria de la presidencia a dos candidatos que no fueron favorecidos por la mayoría de los votantes como supuestamente establece la democracia.

Otra práctica común y mas específicamente propia del Partido Republicano, es la descalificación de aquellos grupos de las minorías que en el proceso de votación no les favorecen. Así se han establecido impedimentos para votar a aquellas personas que en el pasado hayan cometido infracciones contra la justicia. El cambio continuo de las mesas de votación también han contribuido al desánimo de muchos en participar en el proceso electoral. Por estos motivos, en las elecciones del 2016 cerca de 2.2 millones de afroamericanos no ejercieron el voto. Los inmigrantes nacionalizados norteamericanos también han sufrido las mismas consecuencias. Actualmente, la administración Trump, dizque por asuntos administrativos, ha impedido que cerca de 300,000 inmigrantes sean juramentados como ciudadanos y por tanto, no puedan registrarse para votar en las próximas elecciones. La táctica obedece a que en el pasado estos sectores se han inclinado a votar en su mayoría por el Partido Demócrata. Junto a estos hay otros factores que desincentivan al votante acudir a votar, sobre todo aquellos que pertenecen a los estratos bajos de la población y que por razones del horario de trabajo no le queda tiempo para depositar su voto.

En la próxima entrega abordaremos otros problemas que afectan la práctica democrática en el presente sistema político norteamericano.