Por Ramón Peralta

El septiembre que me refiero no es el famoso 11 de las torres de New York sino otro sucedido el mismo día en 1973 y que tuvo que ver, cuando el campeón de la “democracia”, Estados Unidos, echó abajo con un golpe de estado al gobierno de Salvador Allende, elegido por el pueblo chileno, bajo la bandera de la verdadera democracia que reinaba en ese país. El pueblo se inclinó a elegirlo porque quería, no tanto a él, sino a las ideas e iniciativas que sirvieron de base a sus propuestas políticas.

Pero resulta, que Chile era y es uno de los países de América Latina con mayores recursos mineros, explotados por grandes compañías multinacionales, que hasta la llegada de Allende al poder, habían hecho lo que les daba la gana para apoderarse de la mayor parte de los beneficios de la explotación del sector minero, dejando al pueblo chileno con las migajas. Ante esta situación, una vez llegó al poder, Allende propuso la nacionalización de la explotación de esos recursos, lo que trajo como consecuencia, que las grandes y poderosas compañías mineras, en concubinato con el gobierno norteamericano, emprendieran los pasos para echar abajo el gobierno de Allende, que desde antes de ocupar la presidencia ya lo habían bautizado con el sambenito de comunista.

Tan pronto Salvador Allende ocupó el poder, comenzaron los intentos de sabotaje a su gobierno y antes de transcurrir un año, Chile fue arropado por el caos y la desestabilización política. En esa acción estuvo involucrada de lleno la CIA, Agencia Central de Inteligencia Americana, que en un principio el gobierno norteamericano negó su participación pero que ya al pasar de los años surgieron pruebas documentales, que demostraban lo contrario, es decir, la clara participación de la famosa agencia en el golpe de estado contra Allende. Es mas, su complicidad fue tan extendida, que en un documento rebelado recientemente muestra, como la CIA usó en el complot contra Allende, la colaboración de la agencia de inteligencia de Australia. Al mismo tiempo, otros numerosos documentos y obras escritas sobre el tema, aportan pruebas de cómo se orquestó el funesto golpe.

Como en otras experiencias de América Latina, el golpe contra Allende, se llevó de paso sus iniciativas sociales para beneficiar los sectores mas desfavorecidos de la sociedad chilena, como eran los trabajadores y los campesinos a quienes favoreció con el establecimiento de cooperativas en el sector agrícola y propuso el aumento de salarios para los obreros.

Aun dentro del caos reinante propiciado por los conspiradores, la Unidad Popular, como se denominaba el partido político que apoyaba a Allende, ganó en marzo del 1973 el 44% de las elecciones congresuales. Es decir, que a pesar de la adversa atmósfera política, el pueblo chileno tenía confianza en las iniciativas de Allende. Pero mas pudo el poder omnímodo de las multinacionales, la CIA y sus aliados de la oligarquía chilena que, en contubernio con las fuerzas armadas entronizaron en el poder al general Augusto Pinochet para llevar a Chile a la “estabilidad” bajo una salvaje y “democrática” dictadura. Como resultado, miles de chilenos pagaron con sus vidas y otros tantos, fueron a parar a las cárceles y al forzado exilio.

En lo que a Allende concierne, decidió quitarse la vida antes de rendirse a la humillación de los golpistas tal y como había predicho: “Yo no salgo vivo de aquí”. Así concluyó la tragedia chilena de septiembre 11.