Por Ramón Peralta

Usualmente la rutina y las superficialidades diarias nos impiden tomar conciencia de los errores y fallas sociales que permean la sociedad. Las fantasías que nos traen los medios nos sacan de la realidad y nos hipnotizan, haciéndonos creer que todo anda bien aun cuando vivimos en un momento donde las atrocidades pautan la vida social y fácilmente las pasamos por alto como si nada sucediera.

Un reciente acontecimiento puso de manifiesto lo que observamos y fue la absolución por parte de un jurado del joven de 18 años, que con un fusil de alto calibre asesinó dos personas, justificando la acción como autodefensa y despejando la culpabilidad ante la sociedad, que fijó su atención en el juicio y echó a un lado otros importantes elementos alrededor del hecho. Hoy pocos se preguntan acerca de un elemento que contribuyó a que el grave acontecimiento sucediera. Me refiero al inconcebible hecho de que un joven de 17 años de edad estuviera en posesión de un arma de alto calibre como es el AR-15 y en medio de circunstancias tan delicadas como un acto de protestas civiles. Las autoridades, que pasaron por alto la presencia del joven armado porque eso, según ellos,  es un “derecho constitucional” y parte de la “libre expresión”, en ningún momento tomaron en consideración el peligro que el joven armado representaba para los demás participantes.

Por otro lado, no es nuevo en América, sobre todo en los últimos años, que se vea normal las figuras de civiles armados en nuestras ciudades. Las famosas milicias, herencia histórica de un pasado que ya dejó de tener vigencia, siguen siendo legitimadas bajo el pretexto de que son partes de la “libre expresión”. No hemos podido comprobar, extendiendo a lo mas posible nuestra mente, qué correlación existe entre la “libre expresión” y portar publicamente una arma de fuego de alto calibre. A pesar de la clara incompatibilidad entre una cosa y otra, los políticos continúan expandiendo las leyes para justificar el porte de armas amparado en la “libre expresión”. Eso ha dado lugar, a que la posesión de armas se extienda cada vez mas,  convirtiendo a Estados Unidos en el país con mas armas con relación a su población. Se estima que en Estados Unidos existen 390 millones de armas en manos de su población. Por cada 10 residentes hay 120 armas de fuego, la mas alta proporción entre todos los países del mundo. Debido a esa proporción en la posesión de armas, el 73% de los homicidios son producidos por armas de fuego. Sin embargo, y a pesar de las continuas muertes a que diario suceden, a pocos políticos les conmueven las tragedias provocadas por las armas.

Detrás de esa cultura de las armas está la Asociación Nacional del Rifle, que patrocina a inescrupulosos políticos para que éstos no se atrevan a pasar legislaciones conducentes a la restricción en la venta de armas en la población, a pesar de que cerca de un 65%  favorece un control mas estricto en las ventas de armas. En ese sentido, solo 9 estados se han atrevido a pasar legislaciones para prohibir la venta de armas de asalto. Es evidente por tanto, cuáles son las razones detrás de la cultura de las armas que existe en el país, que dicho sea de paso, se considera la nación mas “civilizada” del mundo. En ese sentido, no es extraño  que sean tan pocos sectores de la población que se hayan sentido conmovidos por el asesinato cometido por el joven de 17 años en posesión de un AR-15 y quien justificó su acción como en “defensa propia” para que un jurado lo absolviera del crimen cometido. Eso estimula a que nuevos “vigilantes” sigan paseándose con sus armas por las calles de nuestras ciudades y nuestras autoridades haciéndose de la vista gorda. Si seguimos así pronto nos acercaremos al borde de la ley de la selva.