Un fallo sorprendentemente correcto

 

El fallo de la Suprema Corte de Justicia en torno al programa Acción Diferida, conocido por sus siglas en inglés DACA, fue una muestra de que el alto tribunal nacional al conocer las peticiones de cuestiones constitucionales debe contemplar que los procedimientos planteados en estas incluyan las consecuencias jurídicas y humanas de sus decisiones.  Así lo expresó el presidente del organismo John Robert, quien escribió en su sentencia que la agencia (El Home Land Security) no tuvo en cuenta los problemas derivados de mantener o no el DACA, ni qué hacer con los beneficiarios del mismo”.

Eliminar un programa del cual depende la vida de cientos de miles de estudiantes y jóvenes profesionales, nacidos en el extranjero que viven de Estados Unidos, sin explicar cómo se enfrentarían las consecuencias, hace inadmisible cualquier recurso legal que intente eliminarlo.

La Corte Suprema estudia la forma en que se llevan a cabo los procedimientos, no el fondo de estos, por lo que la petición de la administración de Donald Trump estaba incompleta y carente de justificaciones y tenía que ser denegada.

Otros jueces en cambio, como el Clerence Thomas, el único afroamericano en la Corte Suprema y quien votó a favor de eliminar el DACA, basó su decisión en los poderes constitucionales del gobierno federal y no en la falta de razones para eliminar el programa que beneficia a los jóvenes.  Thomas fue respaldado por Samuel Alito, Neil Gorsuch y Bertte Kavenaugh.

La decisión de la Suprema Corte trae paz a casi un millón de jóvenes, que fueron traídos al país por sus padres sin documentos de inmigración y que pese a haber crecido aquí, corrían el riesgo de ser deportados a países que ya no eran los suyos.

El DACA fue una decisión del presidente Barack Obama como consecuencia de la negativa irracional e inhumana de los congresistas republicanos de aprobar un proyecto de ley conocido como Dream Act, que buscaba resolver el problema.

Fue la decisión correcta de un gobernante que entiende que su papel es el de proteger la vida de sus ciudadanos, sin tomar en cuenta el color de su piel ni su origen.

Donald Trump, quien no ha disimulado su odio hacia las minorías y los sectores empobrecidos del país, al asumir la presidencia entendió como su deber, proteger los intereses de su grupo étnico como raza, en el mismo contexto de los llamados supremacistas blancos que emulan el pensamiento nazi de Adolfo Hitler y a quienes llaman Neonazis.

Coherente en su línea inflexible de segregacionismo, firmó una orden ejecutiva eliminando el DACA.  Con lo cual, pretendía hacer una deportación masiva comparable solo a las realizadas en Berlín en los años 30s.

Fue la decisión de un juez federal, que como ser humano de sentido común, detuvo lo que hubiera sido la mayor injusticia en el corazón de un país que se proclama campeón de las libertades.

En su decisión como presidente de la Suprema Corte, John Robert escribió que el gobierno federal puede aún someter de nuevo su petición de eliminar el DACA.  Pero nosotros esperamos que antes de que lo puedan hacer y pueda llegar al alto tribunal, el actual régimen, que bien debe definirse como el desgobierno, haya desaparecido y otras autoridades sin problemas mentales asuman los destinos del país.