Un caso sin precedentes

 

Mucha gente se ha dejado confundir por los sectores ultra conservadores y la plana mayor del Partido Republicano con respecto a las recientes elecciones presidenciales.  Ellos y los defensores incondicionales del presidente Donald Trump, están alegando que hubo fraude en las contienda del martes 3 de noviembre.  Ninguno de ellos ha presentado hasta ahora una sola prueba de que las elecciones fueron fraudulentas.  La secretaria de prensa de la Casa Blanca en violación a sus funciones, que son oficiales y no partidarias, dijo que tenía cientos de pruebas.  Estas son declaraciones juradas de seguidores de Trump que dicen que vieron un fraude.  Seguimos preguntándonos ¿Dónde están las pruebas?

El presidente Trump y sus incondicionales, alegan que la prensa está asumiendo un rol que no le corresponde al declarar al candidato Demócrata, Joe Biden, como ganador de las elecciones.  A ellos se les olvida que siempre han sido las cadenas de medios las que han hecho las proyecciones de acuerdo a los votos contados y que esta es la primera vez que un candidato dice que esas proyecciones son falsas. Esas mismas proyecciones aceptó con beneplácito el presidente Donald Trump cuando fue electo en el año 2016. No hay que ser un genio de las matemáticas para saber cuando el porcentaje de votos por contar no alcanza para que el candidato que está abajo alcance al que lo aventaja.

El presidente Trump y sus incondicionales alegan que una prueba del fraude es que ellos iban ganando en los primeros conteos y que después terminaron perdiendo.

Ellos están conscientes mas que nadie, por qué ocurrieron así las cosas. 

Los demócratas estuvieron llamando a sus votantes a ejercer el sufragio antes del día de las elecciones a través de los votos ausentes.  Lo hicieron así para asegurarse de que ninguno de ellos dejara de votar porque sabían que solo con muchos votos podían vencer a la poderosa máquina electoral republicana.

Los votos por correo o sufragados antes de las elecciones se cuentan después de los votos hechos personalmente.  Por eso no tenía que ser sorpresa para nadie que la mayoría de los votos demócratas arribara después de los primeros conteos.

Hasta la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, todos los presidentes han respetado la solemnidad de esa investidura, actuando con decencia y decoro, aún en las peores circunstancias.  Richard Nixon en 1975 renunció al cargo al hacerse evidente su complicidad en el caso Watergate.  Jimmy Carter perdió la búsqueda de la reelección en 1982 y entregó con decencia las llaves de la casa Blanca a Ronald Reagan pese a las denuncias de manipulaciones de la campaña de este con el conflicto Irán-Contras. George H Bush aceptó su derrota con dignidad al perder en su intento por un segundo periodo frente a Bill Clinton en el año 1992; y Al Gore aceptó con respeto la decisión de la Suprema Corte que detuvo el reconteo de votos favoreciendo a George W. Bush.

Pero obviamente estamos ante un personaje sin precedentes en la historia presidencial norteamericana, por lo que no debemos esperar nada acorde con las tradiciones democráticas y constitucionales del país.  Esperamos que el sentido común de los republicanos no incondicionales, se imponga y convenzan a ese señor de salir de la casa presidencial sin que sea necesario un documento de evicción.