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Por Andrés Abreu

 

El 25 de septiembre de 1963 se produjo un golpe de estado en República Dominica.  El entonces presidente Juan Bosch, fue hecho preso en el palacio presidencial y deportado a Puerto Rico.  Una junta militar tomó el poder lo que provocó que dos años después se produjera una revuelta que exigía la renuncia del gobierno de facto y la vuelta a la constitución que Juan Bosch había hecho aprobar en su efímero gobierno.

 

Tras la muerte del dictador, Rafael Leonidas Trujillo se celebraron elecciones libres en las que resultó ganador el Partido Revolucionario Dominicano encabezado por Juan Bosch.

El PRD había sido fundado en Cuba por los exiliados de la dictadura de Trujillo.  Juan Bosch era un afamado escritor y luchador contra la dictadura.  Había sido encarcelado por sus ideas contra el regimen y tuvo que huir del país.  Era conocido por sus obras literarias entre las que se cuentan dos novelas y unos 7 libros de colecciones de cuentos.  También fue autor de famosos ensayos como “David biografía de un Rey” y una decena de obras de carácter político.

Al resultar ganador su partido en las elecciones en 1962, hizo aprobar por el Congreso una nueva constitución, considerada la más democrática y moderna del continente.  Establecía la separación de la religión y el estado, la consagración de las libertades públicas, los derechos sindicales y la nacionalización de las riquezas naturales del país.

Desde la campaña electoral que lo llevó al poder, Bosch era acusado de comunista por la iglesia católica y las congregaciones protestantes.  Asumió la presidencia en febrero de 1963.

Bosch arremetió contra el poder absoluto de los militares heredado de la dictadura de Trujillo y eliminó focos corrupción en lo altos mandos castrenses, lo que produjo descontento en el ejército.

Los sectores empresariales no vieron con buenos ojos las reformas en las leyes laborales y Estados Unidos comenzó a mirar con preocupación hacia donde se dirigía la nueva administración del país.

República Dominicana comparte la isla Española con Haití donde gobernaba una férrea dictadura encabeza por Fancois Duvalier.  Tras un atentado contra éste en abril de 1963 se produjo en Haití una tenaz persecución política contra los opositores y en la cacería de estos los militares haitianos rodearon la embajada dominicana en Puerto Príncipe, sospechando que el cabecilla del atentado se encontraba asilado allí.

Esto provocó una fuerte reacción de Bosch a tal punto, que dio un plazo de 48 horas al gobierno haitiano para que liberar la embajada, o enviaría al ejército dominicano a recapturarla.

Según relató Bosch años después en un libro titulado Crisis de la Democracia de América en RD, su plan era aprovechar la crisis para provocar la salida de Duvalier del poder en Haití.

Estados Unidos apoyaba al régimen de Duvalier y los planes de Bosch significaban un peligro para la política norteamericana en el Caribe.  Esto, sumado al carácter socialista del gobierno de Bosch, aunque este no era comunista, hizo que el Departamento de estado trabajara para concretar el golpe.

El gobierno de Juan Bosch duró solo 7 meses.  El 24 de abril 1965 se produjo una rebelión popular apoyada por militares de bajo rango para traer a Bosch de nuevo al poder.  Los rebeldes tomaron el gobierno, pero en Estados Unidos el presidente Lyndon B. Johnson dijo que “no permitiría otra Cuba en América” y envió 42 mil a aplastar el movimiento.  La invasión se produjo el 28 de abril.

 

Corea se independizó al cabo de la Segunda Guerra Mundial en el año 1945. Sin embargo, las fuerzas estadounidenses y soviéticas ocuparon el territorio coreano al sur y al norte del paralelo 38, respectivamente, anticipándose a la división de la península.

Con el respaldo de la Unión Soviética, Kim Il Sung adquirió el poder y se afianzó como el líder del naciente Comité Popular Provisional Norcoreano. En 1946, esta organización se reestableció como el Partido de los Trabajadores de Corea del Norte, el cual anunció básicamente una serie de políticas comunistas, tales como la redistribución de tierras agrícolas. Finalmente, el 9 de septiembre de 1948, se proclamó la República Democrática Popular de Corea.
La controversia sobre la proposición de un fideicomiso de las Naciones Unidas, los conflictos entre los grupos de la derecha y de la izquierda, y el clima de la Guerra Fría que reinaba en la Península Coreana combinados dieron lugar a dicha proclamación. Bajo la supervisión de las Naciones Unidas, unas elecciones democráticas se celebraron sólo en Corea del Sur, y el 15 de agosto de 1948 se proclamó la República de Corea. De este modo, la península coreana quedó dividida en dos.

Los esfuerzos por fundar la llamada “Dictadura Proletaria” empezaron después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial en el año 1945 y la subsiguiente ocupación de las fuerzas soviéticas. En 1945, comités populares se formaron en cada una de las cinco provincias. Estos comités luego se convirtieron en una confederación bajo el mando de la Unión Soviética y fueron reorganizados el 8 de octubre con el nombre de Oficina Administrativa de las Cinco Provincias. En 1946, se efectuaron elecciones generales para nombrar a los miembros de los comités provinciales, municipales y de los contados.
El año siguiente, 237 miembros de la Asamblea Popular Norcoreana fueron designados en una reunión general de comités regionales. La primera reunión (21~22 de febrero) dio como resultado la creación de un Comité Popular Norcoreano Provisional de 22 miembros, con Kim Il Sung en el cargo de presidente. Cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió que unas elecciones generales deberían celebrarse en toda Corea y organizó la Comisión Provisional de la ONU, Corea del Norte aceleró el establecimiento de una “República Popular”.

En la tercera reunión de la Asamblea Popular (18~19 de noviembre), un Comité Constitucional Provisional fue organizado. El 20 de diciembre de 1947, se redactó un borrador de la Constitución y fue aprobado por una reunión especial de la Asamblea Popular (28 de abril de 1948), siendo bautizado como la “Constitución de la República Popular”. El 25 de agosto, se llevaron a cabo las elecciones para nombrar a los primeros 212 miembros de la Asamblea Popular Suprema. La tasa de concurrencia de votantes fue del 99,97% y el porcentaje de votos a favor fue del 98,49%. Asimismo, Corea del Norte anunció que 360 miembros fueron elegidos adicionalmente para la Asamblea Popular Suprema en la conferencia de los “Representantes del Pueblo Surcoreano”. 

La primera sesión de la Asamblea Popular Suprema (SPA) de 572 miembros tuvo lugar en Pyongyang (2~10 de septiembre), durante la cual la Constitución fue aprobada oficialmente y el gobierno de la República Democrática Popular de Corea se proclamó, con Kim Il Sung en la presidencia.

Fuente KBS World

 

Por Andrés Abreu

 

Los dominicanos celebran el 27 de febrero como su día de independencia poque fue la fecha en la que, la convicción de sus héroes de que la media isla del caribe podía ser una república independiente, se concretó en un levantamiento contra las fuerzas de ocupación del Haití.  Pero esa gesta de liberación, no se libró contra un imperio, sino contra otro país que como todos los de América latina fueron víctimas de las ambiciones desmedidas de los poderíos transnacionales de la época.  Fue tanto así, que a pocos meses de haber nacido la República Dominicana los grandes hacendados la entregaron en bandeja de plata a España con el pretexto de que podrían ser invadidos de nuevo por Haití, lo que demostró que algunos de los lideres que lucharon contra la ocupación de la excolonia francesa nunca tuvieron la intención inclinaciones realmente patrióticas.

La guerra que constituyó política y militarmente a la República dominicana se inició en 1861 y se llamó guerra de la restauración.  Fue una guerra contra la ocupación del imperio español.

El 16 de agosto de cada año los dominicanos celebran esa fecha.

Haití había logrado su independencia de Francia en el 1804.  Fue el segundo país de América en independizarse del poderío europeo y la primera república negra del mundo.

Lo que es hoy República Dominicana era una colonia española prácticamente abandona.  La corona española concentraba su atención en sus colonias de Sudamérica y Cuba, que eran los territorios de los cuales extraía mayor riqueza.  Tras varios intentos de Francia por recuperar su excolonia (Haití), los haitianos decidieron ocupar el territorio español para impedir el desembarco de tropas francesas.  Así Haití ocupó el territorio español en 1822.  En 1844 un grupo de intelectuales y comerciantes que habían preparado una acción militar y política con paciencia por varios años, proclamaron el nacimiento de República Dominica, crearon una bandera y libraron una decidida batalla para expulsar a los haitianos de su territorio.  Uno de los líderes militares es de esa gesta era un general llamado Pedro Santana el cual, una vez lograda la expulsión del ejército ibérico asumió el poder de la recién creada república.  Santana luchó contra los haitianos, pero no por la independencia de la República Dominicana.  Por eso, la entregó como provincia al gobierno español.

Los líderes originales, los que crearon la idea de un país independiente, se rebelaron contra Santana y este los derrotó los ordenó ejecutar.  El principal ideólogo de la república, Juan Pablo fue enviado al exilio.

Los ocupantes españoles una vez establecidos como dueños del país, obligaron a la población dominicana a entregar al ejército español todos los animales de trabajos como bueyes y caballos sin pagarles nada a cambio.  Impusieron más impuestos a los productos importados no españoles; desconocieron las uniones libres destacando a los hijos de éstas como ilegítimos. Monopolizaron la producción de tabaco y no ocultaron sus intenciones de restablecer la esclavitud que aun existía en sus otras colonias de Cuba, Puerto Rico y Philipinas.

También empezaron a expulsar a las familias haitianas que se habían establecido en las ciudades fronterizas.

El descontento no se hizo esperar y comenzaron las conspiraciones para sacar a los españoles y restablecer la república.  En febrero de 1963 comenzaron las revueltas en el noroeste del país; luego en agosto, otro levantamiento en Santiago, la segunda capital.  En la provincia de Dajabón, se produjo lo que se conoce cono el Grito del Capotillo, con el que se inició formalmente la guerra de independencia o restauración.  Haití anunció su total apoyo a los rebeldes y suministró armas y soldados para expulsar a los españoles.

Importantes intelectuales figuras del arte del país que apoyaron la restauración fueron fusiladas por orden de la corona española.  Entre los lideres destacados en esa guerra de independencia se encuentran entre otros, Santiago Rodríguez, Gaspar Polanco y Gregorio Luperón.  Este último fue la figura que más relevancia tomó debido a su persistencia en mantener la independencia del país aun después de lograda la Restauración, además de sus triunfos en los campos de batalla.

 

Acabó con el Antiguo Régimen y consagró la libertad y la igualdad ante la ley, bases del actual Estado de derecho. Con ella se inicia la Edad Contemporánea.

 

La Revolución Francesa de 1789 representó el fin de un mundo, lo que luego se llamaría Antiguo Régimen, y el inicio de otro, una época moderna que en cierto modo sigue siendo la actual. Luis XVI encarnó en su tragedia personal la contradicción irresoluble entre las dos épocas.

Convencido de que reinaba sobre los franceses en virtud de un derecho divino, y que por tanto no tenía que rendir cuentas de sus actos ante nadie, Luis se enfrentó a una situación totalmente nueva que nunca llegó a comprender, debatiéndose entre su personalidad afable y acomodaticia y el parecer de sus consejeros más autoritarios, entre ellos su esposa María Antonieta.
Aceptó de mala gana la convocatoria en 1788 de una asamblea estamental para discutir la crisis financiera de la monarquía, pero no creyó que la iniciativa fuera a tener consecuencias. Así, cuando se produjo el asalto popular contra la Bastilla, verdadero detonante de la Revolución, no consideró que el episodio tuviera suficiente importancia como para anotarlo en su diario personal. Los hechos enseguida le hicieron ver su error.

 

INVASIÓN DE VERSALLES

Unas semanas después, el palacio de Versalles era invadido por la masa revolucionaria, y Luis y María Antonieta eran llevados a París, donde se vieron obligados a actuar como reyes constitucionales. Tras el fracaso de su intento de huida en 1791, la hostilidad contra la monarquía se acentuó, hasta la insurrección de 1792 y la puesta en marcha del Terror revolucionario, una de cuyas primeras víctimas fue el mismo Luis XVI, guillotinado en 1793.

Con esta ejecución y la proclamación de la República, los revolucionarios creían haber puesto fin a lo que veían como una larga época de opresión del pueblo por los reyes y la aristocracia, inaugurando una era de libertad, de igualdad y de fraternidad, como rezaba la principal máxima inspiradora de la revolución.

En la práctica, el desarrollo de la Revolución estuvo lejos de los sueños idealistas de los pensadores ilustrados. La guerra exterior, la lucha de partidos y la persecución implacable del adversario en el interior crearon una situación insostenible que vino a terminar en un nuevo tipo de monarquía, la de Napoleón.

No obstante, al terminar la época Napoleónica se lograron establecer los principios de igualdad de la revolución consignados el 26 de agosto de 1789.

 

Basado en el texto de  de National Geographic

 

 

Hace 503 años, la expedición Magallanes-Elcano completó por primera vez la circunnavegación del planeta. Cinco naves con unos 250 hombres a bordo partieron de Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre de 1519. Tres años más tarde, solo un puñado de supervivientes arribaría a puerto.

En el verano de 1519, hace ahora 500 años, partía de Sevilla una flota al mando de Fernando de Magallanes, veterano navegante portugués que le había vendido al rey de España su idea de llegar a las islas de las Especias por el oeste. Ni él, ni el joven soberano que confió en su intuición ni Juan Sebastián Elcano, el experimentado marino vasco que acababa de enrolarse como maestre en una de las naves, podían imaginar que aquella expedición acabaría por circunnavegar por primera vez el planeta, haciendo historia.

El hambre y la fatiga para todos, la muerte para muchos y la gloria para unos pocos elegidos fue el balance de la gesta que conectó el mundo entero por primera vez. La historia de quienes vivieron para contarlo y de quienes murieron en el intento ha llegado hasta nosotros a través de varios de los hombres que la protagonizaron, especialmente el piloto griego Francisco Albo, el marinero español Ginés de Mafra y el cronista italiano Antonio de Pigafetta. Solo la de este último, «un incondicional de Magallanes», se publicaría íntegramente tras el regreso de la expedición. Sería la visión de este hombre con alma de reportero la que condicionaría en gran manera la narrativa actual sobre una expedición que dio la vuelta al globo sin haberlo pretendido.

Fernando de Magallanes reunía los conocimientos, la experiencia y la motivación obtenidos durante sus expediciones al servicio del rey de Portugal. 

La idea no era nueva. Colón ya la había esgrimido ante los Reyes Católicos 30 años antes, con unos resultados conocidos por todos. Es probable que ambos marinos bebieran de las mismas fuentes: el mapa, hoy perdido, de Toscanelli, que «demostraba» que la distancia por el oeste era sensiblemente inferior a la de la «ruta portuguesa». El monarca Manuel I de Portugal rechazó la propuesta de Magallanes, quizá porque no necesitara una ruta alternativa o quizás asesorado por su Junta de Matemáticos, que de un modo intuitivo halló disonancias en las distancias establecidas por Toscanelli. Las había, efectivamente: basándose en los cálculos de Ptolomeo, Toscanelli pensaba que la Tierra era una cuarta parte más pequeña de lo que en realidad es y estimaba su circunferencia en 29.000 kilómetros en lugar de los 40.000 que ahora sabemos que mide. Un error de cálculo.

Rechazado por el rey portugués, Magallanes arribó a España acompañado de Rui de Faleiro, un prestigioso cosmógrafo que afirmaba ser capaz de calcular la longitud geográfica, la codiciada variable que faltaba a la hora de realizar las mediciones en el mar. Ambos diseñaron una propuesta, contactaron con importantes valedores como Juan de Aranda, factor de la Casa de Contratación; Diego Barbosa, alcaide de los Reales Alcázares de Sevilla, y el comerciante burgalés Cristóbal de Haro, representante de los banqueros centroeuropeos Fugger. Consiguieron así que Carlos I, el jovencísimo soberano español, los escuchara.

Aseguraban conocer un «paso» a través de las Américas para bordear el nuevo continente y llegar a ese mar del Sur que Vasco Núñez de Balboa había avistado ya cinco años antes. Y eso no era todo: podían demostrar que las Molucas se ubicaban en la parte española del Tratado de Tordesillas. Una afirmación arriesgada sin conocer el tamaño del mundo, pero tan atractiva –y lucrativa, en el caso de ser cierta– que el monarca español no necesitó mucho más para ponerlos al mando de una flota.

En marzo de 1518 se firmaban en Valladolid las capitulaciones entre el rey español y el navegante portugués. En ellas quedaban fijados los objetivos (la búsqueda de un paso por el sur de las Indias que condujera a las islas del Maluco y la constatación de que se hallaban en zona española), las obligaciones (no entrar en conflicto con tribus locales, no penetrar en la demarcación portuguesa e informar puntualmente de la derrota al resto de los capitanes) y las recompensas (el ingreso en la Orden de Santiago, una participación en los beneficios y un sistema de señorío en función de las nuevas tierras descubiertas).

La expedición, con un coste de ocho millones de maravedíes (lo que hoy serían 1,5 millones de dólares ahora), fue financiada por la Corona de Castilla, los Haro y los Fugger. Pese a los rumores de que el rey de Portugal intentaría por todos los medios sabotear la expedición, mientras las naves se aprovisionaban en Sevilla el sueño de Magallanes parecía a punto de materializarse.

El 20 de septiembre de 1519, 40 días después de haber zarpado de Sevilla, las naves iniciaron su travesía.

Felices al encontrarse por fin en un océano engañosamente pacífico, pusieron rumbo a la línea del ecuador y a las ansiadas islas. Ni siquiera se pararon a aprovisionarse. No tenían modo de saber que estaban ante el mar más grande que se había navegado nunca. Tampoco que, desde allí, estaban a la misma distancia de las Molucas que del continente europeo.

¿Hubiera actuado de otra forma Magallanes de saber el vastísimo océano que les aguardaba? Es difícil de evaluar. Durante tres meses de desesperación navegaron rumbo noroeste, en busca del ecuador y las Molucas, sin tierra a la vista, víctimas del calor, la quietud, el hambre, la sed y el escorbuto, pasando junto a islas que jamás llegaron a ver. Había muerto una veintena de hombres y habían recorrido más de 13.000 millas cuando lograron aprovisionarse de fruta fresca en la actual isla de Guam, en las Marianas. Para cuando las tres naves restantes alcanzaron las islas de San Lázaro, hoy Filipinas, era evidente que las Molucas, en la línea del ecuador, habían quedado bastante más al sur.

«Sus hombres empezaron a sospechar que se había perdido –señala Mollá–, pero eso era imposible». Juan Sebastián Elcano señalaría más tarde que el capitán general «nunca tuvo intención de alcanzar esa derrota». Los historiadores opinan que, efectivamente, Magallanes ya no tenía tanta prisa por llegar a la especiería. «No olvidemos que obtendría el señorío de al menos dos de las islas que encontrara –recuerda Higueras–. Es posible que los nuevos territorios que fue encontrando lo desviaran de su misión». Para Mollá, no es la ambición lo que guía al navegante portugués: «Ya ha conseguido el paso que buscaba, ahora quiere algo más que las especias. Necesita establecer nuevas alianzas y hacer méritos ante el rey».

El 6 de septiembre de 1522, en el muelle de Sanlúcar de Barrameda, un puñado de supervivientes derraman lágrimas de emoción por hallarse de nuevo en la tierra que dejaron tres años atrás. Mientras, aún a bordo de la destartalada nave que los ha traído a casa, Juan Sebastián Elcano escribe una carta al emperador Carlos V, a quien jamás hubiera imaginado dirigirse. Con unas líneas sobrias que a duras penas contienen la emoción del momento, da la primera noticia oficial de la realidad que habría de cambiar la concepción de las cosas: «Sabrá Vuestra Majestad que hemos dado la vuelta a toda la redondez del mundo».

 

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