Por Ramón Peralta

El culto a las armas y a las guerras siempre ha estado en la médula de la política americana bajo la falsa percepción de que su principal propósito es la lucha por la “libertad” y la “democracia”. Bajo esa consigna se obnubilan las mentes de los ciudadanos, quienes no reparan en dar apoyo a cualquier aventura militar aun cuando ésta carezca de sentido y sin saber las causas y las razones de los hechos. Esa ceguera ciudadana conduce a que los políticos le den mas importancia al gasto militar que a otras necesidades prioritarias de los ciudadanos. El debate en torno al presente presupuesto ha puesto de manifiesto esta posición en la mayoría de los representantes Republicanos y algunos Demócratas.

Ante el anuncio de que dentro del presente presupuesto se destinarían sumas monetarias para favorecer importantes programas sociales como la educación, la salud, vivienda, desempleo, tiempo de receso post maternidad y otros, los opositores echaron el grito al cielo clamando que esos gastos elevarían el déficit fiscal y que no era posible su aprobación. Sin embargo, esos mismos legisladores pasaron por alto echarle un vistazo al exagerado presupuesto de defensa de la nación. Veamos algunos datos de esa realidad.

Según las cifras de años recientes y tomando en consideración de lo que se denominan gastos discrecionales, podemos ver que el 54% de esos gastos se destinaron a lo militar, dejando muy atrás áreas como el seguro social, desempleo, vivienda,  asuntos comunitarios, educación, beneficios para veteranos, energía, medio ambiente, y otros a los que en total se destinó aproximadamente un 46%.

De acuerdo a los datos, Estados Unidos es el país con  el 39% del gasto total mundial de defensa. Una importante cantidad de ese gasto se obtiene a base de préstamos pagados a largo plazo y a lo que los legisladores no le dan importancia. Se estima que solamente el gasto militar  que incurrió Estados Unidos en la guerra de Afganistán, pagará $500 billones en intereses hasta el año 2050 y que la deuda podría alcanzar la friolera cantidad de $6.5 trillones. Esto significaría $20,000 por cada ciudadano americano.

Además de los exorbitantes gastos militares en que incurre el país, hay que tomar en cuenta, que considerables sumas de ese presupuesto militar se gasta en equipo militar que muchas veces ni siquiera se usa. Un ejemplo de esto es el famoso avión de combate F-35, que a pesar de costar billones nunca ha sido usado en misiones militares. A eso hay que añadir, la ausencia de  una contabilidad minuciosa en los costos de armamentos y otros accesorios militares . Ya en las décadas de 1980s el candidato demócrata Walter Mondale, haciendo referencia al gasto militar decía, que el gobierno pagaba por un destornillador casi 10 veces por encima del costo normal en el mercado.  

Dar prioridad al gasto militar por encima de buscar respuestas a urgentes necesidades de la población, no creemos que sea la mejor expresión de una sociedad que se jacta en llamarse la mas democrática de la tierra. Existen urgentes problemas que resolver en un área tan crítica como es la educación. Todavía miles de jóvenes son impedidos de ingresar a las aulas universitarias por el alto costo de éstas, imposibilitando de esa manera su ascenso social y por ende el paso a una mejor vida. Estados Unidos está entre las pocas sociedades desarrolladas donde no se ofrece educación universitaria gratis. Lo mismo se puede decir de la atención a la salud cuyo servicio está en manos privadas, dando lugar a elevados costos y por tanto, imposibilitando el acceso a la  gran mayoría de la población de escasos recursos. Cerrar el paso a la solución de estas y otras necesidades sociales para priorizar el gasto militar no tiene sentido en una sociedad que se dice llamar democrática.