Por Ramón Peralta

La finalizada cumbre de las Américas celebrada recientemente en los Ángeles muestra una vez mas como Estados Unidos apela a la teatralidad para dar respuestas a problemas cuyas raíces están lejos de los convenios y tratados vacíos, que la potencia controladora de la economía y la política del área nos tiene acostumbrado.

El foro sirvió una vez mas para que políticos demagogos levantaran sus voces para congraciarse con el anfitrión mientras sus pueblos sufren los despojos del hambre y la pobreza. Ya es harto sabido que el problema de la migración no está en el hecho mismo, es decir, en el movimiento poblacional sino en otras razones mas profundas y que tanto los gobiernos de los países donde provienen los migrantes como el propio Estados Unidos saben de antemano sus razones y evaden sus respuestas. El problema no está en controlar la inmigración sino en buscar respuestas a los problemas que la generan.

La migración se presenta como si fuera producto de un acto voluntario de los que la ejercen y no un hecho impulsado por las injustas estructuras económico-sociales de los países anfitriones y de las que los inmigrantes son sus principales víctimas. Pero nada de eso se trató en la famosa cumbre que al final y como siempre se firmó una declaración con un lenguaje florido, lleno de falsas promesas y vacío de contenido.

En el primer párrafo de la declaración que firmaron los países presentes dice: “…reiteramos nuestra voluntad de fortalecer los esfuerzos nacionales, regionales y hemisféricos para crear las condiciones de una migración segura, ordenada, humana y regular, y de consolidar los marcos para la protección y la cooperación internacional…Coincidimos en la necesidad de promover las condiciones políticas, económicas, sociales, ambientales y de seguridad para que las personas tengan una vida pacífica, productiva y digna en sus países de origen. La migración debería ser una elección voluntaria e informada, y no una necesidad.”

Tanto en este primer párrafo como en el cuerpo general de la declaración no se tocan las causas reales de la migración, ya que hacerlo sería admitir que los propios firmantes son los responsables directos de todo lo que pasa alrededor del problema migratorio. Ya hemos expuesto en otros artículos como la concentración de las riquezas en pocas manos y la prevalente corrupción de los gobiernos, son los principales generadores de la extrema pobreza en la región latinoamericana y los elementos que impulsan la oleada de miles de migrantes hacia otras tierras en busca de mejores condiciones de vida.

Esas condiciones siguen siendo legitimadas por los gobiernos “democráticos” que hoy prevalecen en el área y que han sido incapaces de producir los cambios económicos que necesita la región para elevar el nivel de vida de sus pobladores. Esos mismos gobernantes fueron los que acudieron al llamado del presidente Biden a la famosa cumbre a sabiendas de que lo que allí se iba a producir no era mas que un espectáculo de mal gusto como lo ponen de manifiesto las conclusiones del evento, que dicho sea de paso echaron a un lado los verdaderos retos que demanda la región para producir los cambios que se necesitan.

Estudios tras estudios, tanto de instituciones académicas como el organismo de las Naciones Unidas para el estudio del área, conocido por las siglas CEPAL, evidencian los preocupantes altos índices de extrema pobreza en la región y la incapacidad de sus gobernantes en disminuirlos. Según informe de la CEPAL “…la pobreza en la región ha alcanzado niveles sin precedentes y ha impactado fuertemente en la desigualdad y el empleo. Se han destruido 20 millones de puestos de trabajo, un tercio de la población vive en la pobreza y la tasa de indigencia aumentó del 13.1% de la población en 2020 al 13.8% en 2021, lo cual representa un retroceso de 27 años.”

América Latina años tras años muestra unos de los niveles mas altos de desigualdad económica entre las zonas de la misma categoría, haciéndola una de las regiones menos igualitarias en el mundo. Transformar esa realidad no se produce realizando cónclaves donde se lanzan bellas consignas y cuyos propios actores son los responsables del problema que se quiere solucionar. El problema inmigratorio solo se va a solucionar cuando se hagan profundas transformaciones estructurales en la economía de la región pero eso está lejos de realizarse.