El cinismo americano hacia la pobre América Latina

Una noticia de la Associate Press del pasado jueves 3 de junio informa que “el principal diplomático de Estados Unidos, Antony Blinken, intenta convencer a las naciones centroamericanas de que combatan la corrupción y la pobreza que han contribuido a impulsar una ola de migrantes hacia la frontera sur de Estados Unidos”.

A nosotros nos parece esta “diligencia” que hace actualmente el secretario de estado y que, según otras informaciones seguirá haciendo la vicepresidenta Kamala Harris, una muestra de la ignorancia de las autoridades norteamericanas respecto a los problemas de América Latina y su propia política exterior.  Esto lo decimos para no apelar al epíteto mas preciso en estas circunstancias que es: cinismo.

La corrupción política que corroe a América Latina y que configura un esquema de pobreza extrema contrastante con una minoría groseramente rica, no es otra cosa que obra y gracia de la política norteamericana hacia su patio trasero.

Por siglos las grandes corporaciones norteamericanas han explotado las riquezas de los países de América Latina.  Para esto, se han valido de imponer gobiernos corruptos sobornables capaces de entregar por centavos los recursos naturales de su país con el fin enriquecerse a si mismos.

Cuando en estos países han surgido gobiernos honestos, las sucesivas administraciones norteamericanas les han estampado el sello de “comunistas” y han agotado todos sus recursos para derrocarlos.

En el siglo pasado, Estados Unidos invadió a decenas países latinoamericanos, especialmente centroamericanos, de los cuales provienen hoy las hordas de inmigrantes desesperados por la imposibilidad de sobrevivir en ellos.

Nicaragua, por ejemplo, fue víctima de la dictadura de Anastasio Somoza y sus descendientes por mas de 50 años. Un régimen caracterizado por el saqueo al estado, los asesinatos y la extrema pobreza a que fue sometida la población. Cuando el pueblo nicaragüense se levantó en armas en 1979 y tomó el poder, Estados Unidos bajo la administración de Ronald Reagan, bloqueó económicamente a Nicaragua y financió un ejército opositor para derrocar al nuevo gobierno.

En lo que va de siglo 21, el Departamento de Estado de Estados Unidos ha auspiciado los gobiernos corruptos de Honduras, Guatemala, Colombia y Ecuador, a quienes considera “aliados”.

Actualmente, está financiando a políticos corruptos venezolanos con recursos incautados a ese país por mas de 50 mil millones de dólares.  Esa situación, independientemente de quien gobierne actualmente Venezuela, mantiene al pueblo sumido en una profunda escasez cuya consecuencia es la desesperación por emigrar hacia mejores horizontes, especialmente Estados Unidos.

Ha incrementado las sanciones contra Cuba en apoyo a grupos de oportunistas y mafiosos del exilio cubano en La Florida, despojando a ese país de recursos alimenticios, de salud y de capacidad de desarrollo de infraestructura para mejor la vivienda de sus habitantes.

Si la actual administración de Biden quiere en verdad enfrentar el problema de la inmigración masiva en su frontera sur mejorando las condiciones de vida en los países desde donde provienen las hordas, lo primero que debe hacer es revisar su política hacia el patio trasero porque es ella la única culpable del drama migratorio que vemos hoy.