El extraño patriotismo conservador latinoamericano
Aunque exhiban banderas y pronuncien en discursos altisonantes los nombres y las gestas de independencia, los conservadores latinoamericanos tienen muy poco de patriotas. Sus agendas tienen como prioridad servir a los Estados Unidos, porque es éste quien les paga la cena y la propina.
Los conservadores norteamericanos, en cambio, idolatran su país aun sea bajo el oscuro sentimiento xenófobo y el desmedido delirio de sentirse grandes y poderosos.
El secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), el uruguayo Luis Almagro, como buen ejemplar de la estirpe conservadora latinoamericana, está convencido y no está equivocado, de que su función es la de Canciller de los Estados Unidos para los Estados al sur de la frontera con México. Por eso, ha sugerido en variadas ocasiones que Estados Unidos debe invadir a Venezuela y matar al presidente de ese país, Nicolás Maduro. Ha sugerido también, que el poderoso estado del norte debe enviar tropas a Cuba para borrar del mapa político los últimos vestigios del socialismo y evitar a toda costa, el surgimiento de “nuevos terroristas” como Hugo Chávez. En consonancia con esto, se encarga personalmente de provocar golpes de estado contra gobiernos que no son del agrado de Estados Unidos como el caso Evo Morales en Bolivia y otros que “amenazan la paz de la región”.
Por su lado, el presidente de Colombia, Iván Duque, despliega tropas en la frontera con Venezuela y se hace de la vista gorda de los asesinatos en su país contra líderes de izquierda, porque eso es lo que complace a su socio americano.
El pasado gobierno de Lenín Moreno en Ecuador, le abrió las puertas de la embajada de su país en Londres a la policía para ayudar a los Estados Unidos a capturar al fundador de Wikileaks, Julian Assange. Un hombre que osó divulgar algunos de los mas horribles secretos de la política exterior norteamericana. Ahora, Guillermo Lasso, el nuevo mandatario ecuatoriano, despojó de la ciudadanía ecuatoriana adquirida a Assange para que pueda ser pan comido para su jefe del norte, extraditarlo y posiblemente enviarlo a Guantánamo.
Por otro lado, Juan Guaidó, el ex presidente del Congreso de Venezuela, quien con la ayuda de Donald Trump y los aliados de éste en Europa se proclamó presidente, anda viajando por el mundo henchido de felicidad degustando ricos manjares compartidos en lugares donde solo asisten los billonarios, con el dinero incautado a su país por Estados Unidos e Inglaterra y que el pueblo venezolano necesita para sobrevivir y escapar de la muerte de Covid-19. Los conservadores venezolanos encendieron miles e incontables sirios en noviembre del año pasado para que Trump se reeligiera y tomara de una vez y por todas a la patria de Bolívar.
El pasado 11 de Julio, tras mas de 60 años de sobrevivir a bloqueo económico criminal del jefe del norte, los cubanos salieron a las calles a protestar contra la desesperante situación en la que ya no pueden contar ni siquiera con el deficiente servicio de electricidad. Los cubanos-americanos en Estados Unidos salieron a las calles a darles respaldo a las protestas, pero no para solidarizarse con su sufrimiento por las carencias sino para volcar esa desesperación (que es el objetivo del embargo) hacia el derrocamiento del gobierno cubano. En Florida, realizaron una manifestación frente a las instalaciones del Comando Sur de la armada norteamericana para reclamarle al presidente que invada Cuba.
Los norteamericanos conservadores, por su lado, adoran a Trump porque representa el extremo del nacionalismo.
Estados Unidos recibió la ayuda de Francia para sacar a los ingleses de su territorio y declarar su independencia, y en su guerra de secesión nunca pidieron a ninguna nación extrajera que interviniera en favor de ningún bando.
