Matanzas masivas con armas de fuego en Estados Unidos, una historia sin fin
Las matanzas con armas de fuego en escuelas, iglesias, tiendas, centros de diversiones y en cualquier otro lugar donde converge público, son una historia sin fin en Estados Unidos.
Nunca sabemos en qué momento nuestros hijos serán asesinados por balas disparadas por un compañero de clases o por un padre enojado. No sabemos si al entrar a una tienda a comprar zapatos tendremos en la frente una bala, o si la hora del culto en la iglesia será la fecha de los mas tristes recuerdos de una comunidad.
Hace 20 años en la escuela secundaria Columbine en Colorado 13 personas fueron asesinadas por dos jóvenes estudiantes con armas de asalto, hace 9 en el preescolar Sandy Hood de Connecticut murieron asesinadas en un tiroteo igual 26 personas, 20 de las cuales eran niños; hace cuatro años en un templo Sij en Colorado, hubo una matanza igual y hace cuatro también en Parkland, Florida 17 perdieron la vida en circunstancias iguales. Y así, en una interminable lista de lugares donde los seres humanos creyeron estar seguros amparados por vivir en un país que se mofa en el mundo como el de las mayores libertades.
Solo este año se han producido casi 30 matanzas.
Lo que decimos aquí ya lo hemos dicho cuando han ocurrido cada una de esas tragedias, y en cada una de ellas hemos visto a presidentes, legisladores y candidatos, soltar lágrimas ante las cámaras, jurar que eso no va a ocurrir de nuevo, y pasadas las hojas del calendario olvidar a los muertos como residuos de una historia empolvada.
Desde Columbina hasta ahora, el Congreso de Estados Unidos, no ha dictado una sola ley para controlar las armas en el país.
Durante la administración de Bill Clinton se prohibieron las armas de asalto por diez años, como si el tiempo fuera la causa de las desgracias.
En Michigan, una semana después de la matanza de Sandy Hood, los legisladores en Lansing aprobaron una ley para desregularizar la compra y el porte de armas de fuego, estableciendo como un legítimo derecho de los propietarios de esos instrumentos letales, el entrar a escuelas y universidades con ellas.
Una gran parte de la población norteamericana es defensora de la obsoleta segunda enmienda de la constitución que garantiza a los ciudadanos el poseer armas. Para ellos, las armas son instrumentos sagrados de la nación.
Pero los legisladores llegan mas lejos. No solamente defienden con descaro la causa de tantas desgracias, sino que se oponen a las más mínimas restricciones, desde la revisión nacional de los antecedentes de los compradores, hasta los controles de los tipos de armas que los ciudadanos pueden tener.
De la matanza ocurrida en la escuela Oxford del condado de Oakland, en Michigan, se concentrarán los medios en la personalidad y la responsabilidad de quien apretó el gatillo, pero no en las causas que la originaron. Así pasará a ser una mas de la historia sin fin.
