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Palos a ciega

 

La administración del presidente Joe Biden, está buscando afanosamente frenar la escala inflacionaria que se yergue en el horizonte de la economía americana como un niño con los ojos cubiertos golpeando una piñata.  Una avalancha que amenaza con arrastrar consigo a todas las economías dependientes del dólar y del mercado de productos estadounidenses.

La palabra inflación viene del verbo inflar, y significa que los precios de los productos se inflan, lo cual ocurre por varias razones.  La principal de ellas es la carencia de productos básicos en contraste con la presencia del dinero.  Cuando la gente tiene dinero para comprar pero no encuentra lo que quiere, los precios de los productos aumentan por la ley de que lo que escasea se hace caro.

Otra razón es la especulación.  Cuando un producto escasea en el mercado, los comerciantes tratan de protegerse de la posibilidad de no volverlo a encontrar para proseguir su ritmo de ganancia, para lo cual aumentan los precios hasta el límite que el consumidor es capaz de pagar.

La inflación no es el gran mal, sino lo que viene luego, que es la recesión.

Cuando el dinero pierde valor porque para comprar lo que se necesita hay que pagar más, y cuando la producción se mantiene sin levantar cabeza para salir de la escasez, entonces la economía reduce su actividad lo cual genera desempleo, cierre de negocios y reducción de los ingresos del gobierno por cargos fiscales.

La situación actual la produjo el periodo de pandemia.  Muchas industrias tuvieron que reducir su producción debido a la falta de trabajadores y de materia la prima que proveen otras industrias que sufrieron también la escasez de mano de obra por las mismas razones.

Los fabricantes de autos tuvieron que reducir su producción debido a la falta de chips de computadoras.  La reducción de la disponibilidad de autos en los dealers provocó una baja en los ingresos de los vendedores.

A la avalancha inflacionaria predecible después de la pandemia se podía hacer frente si el gobierno de Biden no hubiera provocado la crisis de Ucrania ni decretado sanciones y embargos a compras de petróleo ruso en momentos en la economía global enfrentaba la escasez.

Antes de que se produjera la guerra de Ucrania, Europa ya venía enfrentando un aumento descontrolado en los precios del gas natural y la gasolina.  En Estados Unidos, los productores de petróleo ya habían advertido que se asomaban aumentos en los precios de la gasolina debido a la baja en la producción de ese hidrocarburo que había provocado la pandemia.

Para frenar la inflación la administración de Biden está ahora recurriendo al aumento de las tasas de interés.  Es decir, empujando a que los norteamericanos tengan menos posibilidades de comprar casas y adquirir dinero prestado, lo cual valorizaría más el valor del dólar y haría bajar el precio de los inmuebles.

Pero esto resulta como pretender llenar una piscina con una gota de agua.  Para octubre el aumento del consumo de gas aumentará como consecuencia de las temperaturas previas al invierno, y si la producción de gas y petróleo no alcanzan los niveles de la demanda, los precios se inflarán y tras estos estaremos en camino a una peligrosa recesión.


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