MANAGUA, Nicaragua (AP) — Guillermina Flores perdió su trabajo en una fábrica de ropa donde ganaba $130 dólares al mes. A sus 29 años, madre soltera de tres niños y con un salario que no le alcanza para alimentar bien a sus tres hijos, la mujer decidió emigrar del país y buscar una vida mejor en el extranjero.

"Es duro pensar en que me voy y se quedan, pero más duro es cuando me piden cosas y no poder darles", dijo Flores con lágrimas en los ojos mientras hacía fila para obtener una visa.
Pero a diferencia de la mayoría de los migrantes centroamericanos, Flores no estaba haciendo fila en la Embajada de Estados Unidos. Por el contrario, espera irse al sur, rumbo a Costa Rica.
Mientras las autoridades de inmigración de Estados Unidos luchan para manejar una avalancha de decenas de miles de inmigrantes centroamericanos, especialmente niños que han cruzado la frontera sin estar bajo la custodia de sus padres o tutores, un hecho sobresalta: pocos de ellos provienen de Nicaragua, el país más pobre de la región, pero mucho menos violento que el llamado Triángulo del Norte compuesto por Guatemala, Honduras y El Salvador.
"Las condiciones económicas en Nicaragua son terribles pero lo que realmente está obligando a emigrar a las familias desde el Triángulo del Norte en este momento particular es la violencia", dijo Eric Farnsworth, vicepresidente del Consejo de las Américas, un centro de estudios con sede en Nueva York.
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