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Por Issac Miguel

Nosotros, que este año hemos tenido la mala suerte de haber estado varias veces en un hospital, nos hemos dado cuenta y hemos estudiado la profesión más sumisa al enfermo como es el caso de las enfermeras o de los enfermeros. Usted se pone a observar uno de estos profesionales de la medicina trabajar, lo primero que usted dice es: “eso no lo hacemos nosotros”.

Es que el enfermero o la enfermera tiene que hacer de todo cumpliendo con su trabajo. Si el enfermo es un anciano que se hace “pupú” en la cama, los practicantes médicos inmediatamente tienen que deshacerse de las fecales. Los enfermeros tienen que limpiar los orines, los vómitos, la flema y como dijimos antes la “caca” de los enfermos. Los enfermeros tienen que limpiarle las nalgas a los enfermos, cargarlos, acostarlos, limpiarle la nariz, los sobacos; las caras, por más sucias que estén; darle sus medicinas, levantarlos, despertarlos, sentarlos, ayudarlos a sacudirse las narices, tomarle la presión, la temperatura, el pulso y chequear la cantidad de oxígeno que entra a los pulmones.
Las enfermeras y enfermeros tienen que reírse y ser súper amable con los pacientes. Tratar de que en ningún momento se sientan deprimidos y solos. Ponerle los sueros, el plasma, las transfusiones de sangre si les toca y tratar de que los afectados tengan sus medicinas para el dolor a tiempo. Botar los orines, cambiar las sábanas y las fundas de las almohadas, chequear la temperatura de la habitación y ayudar a los aquejados a bañarse. Demasiado diríamos nosotros.
Las enfermeras y los enfermeros son héroes nacionales. Hay que reconocerlos y respetarlos. Demasiado trabajo complejo por un sueldo que no debe de ser una cosa del otro mundo.
El Vocero Hispano cumple 20 años. Nosotros en el 2016 cumplimos esa misma cantidad de tiempo escribiendo para este semanario. Nos estamos poniendo viejos. Felicito desde ahora y durante todo el año que viene a este medio. ¡Felicidades!
Para conocer la sociedad y al pueblo haitiano hay que estar cerca de ellos por un tiempo. Cuando éramos chicos, tuvimos la oportunidad de conocer de cerca muchos nacionales haitianos que iban a la República Dominicana a cortar y trabajar en los campos de caña de azúcar. Recordamos cuando preparaban las batatas (camote) hervidos con sardinas en lata, arenque y bacalao. A nosotros nos tentaba el paladar y muchas veces compartimos el manjar con estos emigrantes. Cuando nos mudamos a la capital de la República, conocimos otro tipo de haitianos.
El haitiano universitario que luchaba contra la inclemencia del racismo para tratar de buscar algún tipo de titulo académico que pudiera brindarle mejor vida. Esos haitianos que conocí en la ciudad Primada de América hablaban un español casi perfecto y gracias a ellos conocí otra clase de ciudadano de Haití.
Cuando vivimos en Boston, tuvimos una profesora haitiana y dos estudiantes amigos eran de la misma nacionalidad. Buenos perfumes, buena educación, personas exquisitas.
No se podía negar que habíamos conocido gente de la elite socialmente alta haitiana. En Washington, capital de los Estados Unidos, existen decenas de ONG capitaneadas por ciudadanos haitianos. Cabildean a diario y se codean con la crema y nata de la ciudad sede de la Casa Blanca. Esta es la razón por que la República Dominicana pierde los pleitos con Haití en los círculos extranjeros cuando se trata de los derechos humanos de los nacionales de Haití que van a trabajar al país mas grande de la Isla Española.
Muchos curas y dirigentes haitianos se quejan de que en la República Dominicana se discrimina a los haitianos. Estas quejas por lo regular las llevan a los círculos internacionales. Con todas estas ONG, tienen las de ganar y la mayoría de los casos, las quejas son aprobadas como buenas y válidas por los organismos mundiales. Así son las cosas. {jcomments on}


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