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Por Ramón Peralta

Una constante en la vida de la mayoría de los norteamericanos es el pago de los impuestos o “taxes”, que es deducido cada vez que un ciudadano recibe un salario por el producto de su trabajo. Así, no importa el salario que un ciudadano devenga, automáticamente se le descuenta un impuesto de los gobiernos federal, estatal y de la ciudad donde vive. Debido a esta realidad, cuando una persona dice que gana $12 la hora, es posible que al final reciba $8 o $7. A eso hay que añadirle un descuento por seguro médico u otras cargas regulatorias, a las que el trabajador o empleado se ve conminado a aceptar. Toda persona que vive del trabajo en América está sometido a estas normas a las que se les da el nombre de impuestos.

Pero resulta, que aun cuando la mayoría es compelida al pago de los impuestos, hay un pequeño grupo de billonarios y multimillonarios, que los economistas han denominado del 1% y que amasan inmensas fortunas, que no cumplen con ese deber como si no pertenecieran a la sociedad en que vivimos. Ese privilegio lo obtienen gracias a que financian las campañas a un grupo de inescrupulosos políticos, a quienes les importa mas su suerte política que los intereses de las mayorías como prescribe la democracia. Además, los del 1% apelan a muchas otras tretas para evadir el pago de impuestos.

El privilegio de este pequeño grupo llega hasta el extremo, que dentro del crítico momento de la pandemia, en el que millones de norteamericanos han perdido sus trabajos y sus escasos recursos económicos, estos señores engrosaron sus fortunas como nunca antes. Según los datos, publicados en los medios Teen Vogue y ProPublica, en los 17 meses que lleva la pandemia, los siguientes multimillonarios entre otros, aumentaron sus fortunas de la manera siguiente: Joe Bezos, propietario de Amazon y el hombre mas rico del mundo, aumentó su fortuna en $75 billones; Elon Musk, fabricante de los famosos carros Tesla, su fortuna se disparó en $150 billones, y Mark Zuckerberg, el propietario de Facebook, la incrementó en $74 billones. En esta lista hay que incluir los Bill Gate, J. Soros, M. Blumberg, Warren Buffet y otros menos conocidos. Al mismo tiempo que estos señores obtuvieron esas escandalosas ganancias, no pagaron un centavo de impuesto al gobierno federal.

De acuerdo a la publicación Teen Vogue, estos “pobres” ciudadanos, se valen de numerosos mecanismos para no pagar los impuestos que todo otro ciudadano tiene la obligación de hacerlo. En primer lugar, los multimillonarios obtienen sus ingresos provenientes de inversiones, propiedades, acciones en la Bolsa de Valores y otros accesorios. Estas entradas están sujetas a impuestos solo cuando las venden, ya que, según la ley del país no existen impuestos sobre las riquezas. Como esas riquezas no se consideran como ingresos, entonces lo que hacen los señores del gran dinero es, que se asignan ellos mismos unos supuestos salarios que caen en la ridiculez. Veamos algunos ejemplos: J. Bezos, CEO de Amazon, se asigna un salario de $80,000 al año; el antiguo CEO de Hewlett-Packard, Meg Whitman, y Larry Page y Sergey Brin, co-fundadores de Google, y Mark Zuckerberg de Facebook, todos se asignaron un salario de $1 por año. Estos supuestos salarios son los que se toman de base para pagar sus impuestos federales.

Ahora bien, a qué apelan estos señores para mantener y justificar su lujoso estilo de vida si lo que reportan como entradas son las ridículas sumas antes mencionadas? De acuerdo a los datos de la publicación antes mencionada, los multimillonarios acuden a préstamos bancarios en vez de vender sus propiedades. Los bancos abren sus brazos a estos bienaventurados mesías como a ningún otro ciudadano y no pagan impuestos sobre las sumas que toman prestadas.

Por último, habría que preguntarse, cómo logran estos señores validar sus privilegios? Primero, como dije antes, gracias al financiamiento y la compra de  inescrupulosos políticos que sirven a sus intereses; y segundo, poseen un poderoso equipo de abogados, auditores y cabilderos a los que el personal del IRS no tiene capacidad para responder y llevar a cabo las auditorías para que las grandes corporaciones y ricos individuos paguen sus impuestos y penalidades. Esos privilegios no los tiene el ciudadano común y por tanto, se ve compelido a pagar sus impuestos, porque de lo contrario iría a parar a la cárcel. Y eso que la constitución dice, que todos somos “iguales”.

 

 


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