Aprender a vivir en la pandemia
Todos desearíamos salir a la calle sin temor, volver como antes a visitar los amigos, estrechar las manos de los que nos saludan con cordialidad, abrazar a los que queremos y disfrutar de las innúmeras maravillas y placeres a los que nos invitan la calle y el día. Pero estamos en tiempo de pandemia, espacios en la cinta métrica del tiempo que nunca conocimos, pero ocurren cada tantos abuelos y no están ellos para contarnos.
Quizás, esta, la del Coronavirus, es la mas grande, la que mas tiempo habite en nuestro entorno o tal vez la que nos obligue a ser, de aquí en adelante, como no somos. Mientras nuestros sabios luchan por encontrar como vencerla, no nos queda mas remedio que aprender a vivir en ella.
A nadie, salvo el que tiene razones, le gusta ocultar su rostro a los demás; a nadie le parece bien el no poder disfrutar del sol en la terraza de un café; no ocupar un asiento en el estadio y disfrutar de un partido; ni no poder encender la llama de un diálogo que abre el camino entre dos seres desconocidos.
Todo eso cuesta trabajo asimilarlo. Lo aceptamos ahora porque todavía creemos que pronto se abrirán las puertas, que de un momento a otro entrará el sol por la ventana, nos tirará del brazo y volveremos a ser libres y autodeterminantes. Pero para nuestro pesar, los números están ahí, contados en varias cifras y en cuerpos destinados a degradarse en la tierra y el polvo. Los hospitales abrumados por la demanda de atenciones y la muerte al acecho en cualquier esquina.
Hay gente en este país y otros del mundo que se resiste a esta realidad, y cree estar viviendo una pesadilla de la que para escapar solo hay que despertar y sacudir la cabeza.
La manifestación en reclamo del regreso a la normalidad que se produjo el jueves en Lansing, Michigan, es una expresión de la reacción natural de querer negar lo terrible, pero lo lamentable es, que quienes la auspician son aquellos de quienes se espera que asuman la responsabilidad de marcar la vía correcta.
Es obvio que la guerra contra la pandemia está costando la economía, que el precio de esa arma letal contra el mal resulta quizás tan cara como el propio mal. Pero si no se lucha contra éste, vivirá siempre entre nosotros y no habrá esperanzas de ver el sol.
Habrá quien ausente de juicio y sensibilidad dirá, que es preferible salvar el estándar de vida de millones de personas aunque mueran miles. Pero salvar la economía a costa de miles de vidas ni es sano, ni nos salva de ser uno de esos miles.
Lo mas importante en el momento es ser tolerantes, aprender a vivir en la pandemia como las circunstancias lo exigen. Hacer cuanto se pueda dentro de lo que es posible, y sobrevivir protegiéndonos nosotros y evitando perjudicar a los demás. {jcomments on}
