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Por Jorge Álvarez

 

Históricamente, y salvo excepciones, la creación de los estados suele ser un proceso largo y sangriento. En ese sentido, el nacimiento de la República Socialista de Vietnam fue un parto con dolor porque sólo pudo llegar tras décadas de guerras libradas contra los colonizadores franceses primero y los estadounidenses, aliados de la facción sur, después. Pero incluso concluido todo y lograda la unificación, los vietnamitas apenas pudieron disfrutar de cuatro años de paz antes de tener que empuñar las armas de nuevo, esta vez contra sus vecinos camboyanos y chinos.

Para entender la situación hay que recordar que, si bien desde fuera tendía a verse el bloque comunista desde una perspectiva monolítica, interiormente no lo era tanto y se ramificaba en tendencias que, a veces, diferían bastante en cuanto a metodología. La URSS ejerció un papel aglutinador hasta la muerte de Stalin y la nueva política de Kruschev que denunciaba el período de su predecesor, algo que empezó a provocar división interna en el Este.

La primera, la de Mao, cuya línea fue la que adoptarían en Camboya los Jemeres Rojos (una guerrilla comunista), frente al Viet Minh vietnamita, más renuente a esa disidencia. La Revolución Cultural acentuó esas diferencias y en 1968 China y la Unión Soviética llegaron al enfrentamiento bélico en un conflicto fronterizo, menor (seis meses) pero significativo.

Curiosamente, Mao falleció en 1976 y le relevó Den Xiaoping, quien inició un proceso de desmontaje del régimen anterior que recordaba un poco al de Krushev con Stalin. Sin embargo, encontró un buen aliado en Camboya pese a la tendencia maoísta de los jemeres. Éstos, tras derribar la dictadura militar de Lon Nol y hacerse con el poder, habían colaborado con los vietnamitas ofreciendo refugio al Viet Cong y por eso los bombardeos norteamericanos llegaron a su territorio.

Pero esa relación empezó a quebrarse el 17 de abril de 1975, cuando se proclamó la llamada Kampuchea Democrática. El líder camboyano, cuya identidad hasta entonces había permanecido en el anonimato por seguridad, resultó ser Saloth Star, más conocido como Pol Pot, quien denunció una serie de sabotajes que en el fondo revelaban tanto el choque ideológico entre facciones comunistas como las aspiraciones territoriales sobre el Delta del Mekong.

Así, decidió afrontar la cuestión de forma expedita, de manera que la frontera entre ambos países empezó a entrar en ebullición con diversos enfrentamientos armados. Hubo altibajos e intentos de acuerdo pero sin concretar. En 1977 la tensión se recrudeció y se pasó a la guerra abierta, ya con bombardeos y movilizaciones importantes de soldados. En ese contexto se harían célebres las masacres ordenadas por el régimen camboyano entre los campesinos de origen vietnamita que, sumados a las víctimas de la hambruna provocada por una nefasta política económica y a los represaliados sospechosos de provietnamitas, sumó millones de muertos.

Finalmente, una operación rápida (catorce días) y contundente (ciento veinte mil hombres) permitió al general vietnamita Giap tomar Phnom Penh el 7 de enero de 1979, cambiando el nombre del país por el de República Popular de Kampuchea. El gobierno de Kampuchea se refugió en el área rural e inició una guerra de guerrillas pero además se abrió un nuevo e inesperado capítulo: la intromisión de China en defensa de su aliado apenas un mes después.

Lo cierto es que este nuevo contendiente no lo era sólo por ideología. Vietnam había llevado a cabo una dura represión de las minorías étnicas de origen chino que vivían en sus fronteras comunes, provocando un auténtico éxodo de éstas: los Thu Lao, los Phù Lá, los Hmong… Como quiera que además, el año anterior, Hanoi había firmado con Moscú un pacto de defensa recíproca cuya finalidad los chinos interpretaron que era enfrentarse a ellos, y que Vietnam había ocupado las islas Spratly (un archipiélago que históricamente se disputan varios países asiáticos), el gobierno de Pekín se dispuso para la guerra.

«El niño se está volviendo travieso; es hora de que le peguen» le dijo muy expresivamente Den Xiaoping a Jimmy Carter durante una visita a EEUU. Y así, el 17 de febrero de 1979 y previa advertencia a la URSS para que se mantuviese al margen (incluso evacuó las poblaciones fronterizas con ella), los 41º y 42º ejércitos chinos atacaron las provincias vietnamitas norteñas de Cao Bang, Lao Cai y Lang.

Los satélites norteamericanos indicaron que Pekín había movilizado en esa zona cerca de doscientos mil soldados. Todo un problema para Vietnam, que tenía a lo mejor de sus tropas en Camboya y tan sólo contaba con unos setenta mil efectivos entre tropas regulares y guardias de fronteras. El ejército Popular de Liberación, nombre que recibieron las fuerzas chinas, avanzó en dos direcciones, este y oeste, mientras su enemigo recurría a la guerrilla.

El conflicto duró veintisiete días. Los combates más duros se dieron en la ciudad de Lang Son, que los chinos tomaron el 5 de marzo con mucha dificultad, luchando casa por casa. Hubo más batallas (Dong Dang, Lao Cai y Cao Bang) pero su ímpetu inicial fue suavizándose gradualmente, sufriendo un elevado número de bajas (veinte mil) y sin lograr que Hanoi trasladara sus fuerzas desde Camboya, como preveía el plan original.

La cosa amenazaba con tornarse contraria, pues aunque la URSS no intervino directamente, salvo algunas escaramuzas fronterizas, sí facilitó a los vietnamitas abundante material (cuatrocientos tanques, medio millar de cañones, misiles tierra-aire, una veintena de cazas a reacción, miles de asesores militares…), apoyo logístico (un puente aéreo entre Camboya y las provincias atacadas para transportar tropas de una a otra) y comunicaciones desde una quincena de barcos fondeados en el litoral de su aliado.

Los chinos habían sido prudentes al desarrollar una guerra limitada en vez de total, no sólo desde el punto de vista del territorio sino también de la fuerza empleada, dejando casi al margen la aviación y la marina. Ello le dio resultado al convencer a la URSS para conceder un apoyo también limitado a Vietnam y, consecuentemente, Pekín continuó en esa línea: el 16 de marzo dio por terminadas las hostilidades catalogándolas de mera operación de castigo y retirando a sus tropas.

Es imposible determinar el número de víctimas, ya que cada bando dio su versión y, como cabe imaginar, una es muy diferente a la otra. Sí se sabe que se intercambiaron prisioneros a lo largo de los dos meses siguientes y que la paz alcanzada no impidió que siguiera habiendo choques esporádicos en las fronteras en la primera mitad de la década de los ochenta.

Curiosamente, la retirada le otorgó a China cierto reconocimiento entre los países del entorno mientras Vietnam, que seguía ocupando Camboya, empezaba a ser visto con malos ojos. No fue hasta el abandono del país, en 1989, que la situación se normalizó y en 1999 chinos y vietnamitas firmaron un acuerdo para delimitar sus fronteras y desmilitarizar parcialmente la zona.

 


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